Los rumores sobre las doncellas que eran rondadas por Leandro consumían a la princesa en los celos, un veneno bastante amargo de tragar. Así pues la princesa mando a espiar al duque para confirmar los rumores o hacerlos exterminar.
Unos días después de mandarle a espiar, todo fue confirmado.
En ese momento Joana sintió como el corazón se le partía en mil pedazos pues lo iba a dejar todo por él y así es como se lo estaba pagando. Ella necesitaba venganza, necesitaba hacer que escarmentara pero le amaba y hacerle daño es hacerse daño así misma, así pues acudió a su madre, ¿que otra alternativa?, la cual entro en cólera pero la ayudo le dijo que ella de todo se ocuparía que no se preocupara de nada pues ella sabía lo que había que hacer en estos casos.
La madre de Joana acudió a un brujo para que le aconsejara sobre que veneno sería más eficaz y este le dio el veneno más potente pero lento, así que el sujeto que se lo tomase con cada gota sintiese que le ardían las entrañas, desearía estar muerto lo cual en unas semanas se realizaría.
Cada mañana tres gotitas en la leche de cabra, lo que le causaría todo el resto del día dolor que le consumía.
Joana se dio cuenta de semejante plan trazado por su madre, pero estaba atada de pies y manos, no podía hacer nada. La princesa no sabía si disfrutar o lamentarse por lo que a Leandro le sucedía pues en su interior un gran amor por él existía.
Cada día que pasaba Leandro se encontraba más débil y la vida más consumida, entendidos en medicinas fueron llamados para intentar salvarlo pero nada de lo que le dieron funcionaba. Joana se sentía tan culpable que le suplico a su madre el remedio para el veneno o que al menos cesara su venganza pues ella le seguía queriendo pese a todo.
La madre no entendía a razones, y la princesa tuvo que coger las riendas y guiar ella al caballo y nunca mejor dicho pues con la ayuda de unos sirvientes y unos soldados metieron a Leandro en un carruaje y se adentraron en el bosque oscuro donde le mantendrían a salvo en una pequeña estancia...
Después de todo no podía dejarle morir así de simple, no podría vivir con el peso de la culpa y con el gran dolor que en su pecho quedaría.
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