No fue sola, uno de sus escoltas personales fue con ella pero tenia que entrar sola a la guarida del hechicero. Se hacia llamar Preitonio pues su verdadero nombre estaba maldito y no solo porque fuera la mano derecha del diablo sino por su oscuro pasado.
La princesa mil ruegos le hizo pero ninguno de ellos funciono, pues el hechicero no quería oro ni riquezas sino algo que fuera eterno, algo que el pudiera conservar siempre y utilizarlo a su antojo... el alma de Joana. La princesa se encontraba desconcertada pues no sabía porque quería cosa tan insignificante y de tan poco valor. Le pregunto que porque su alma le parecía un bien mas preciado que todo el oro que le ofrecía y el hechicero le contesto:
-Con un alma pura como la de vos puedo hacer mas cosas que con unas simples monedas de oro.

-¿Por que no? Tengo más de un trapicheo y para salvar un alma tengo que vender otra, justamente has llegado tu, siendo la afortunada.
+¿Pero a quien le venderéis mi alma?
-Eso no te importa, ¿aceptas o no el trato?
+¿Me dolerá? ¿Cambiara algo?
-No, simplemente te quitare un peso de encima...
+Si simplemente es eso..vale acepto.
-Bien mi querida niña, has decidido de una forma correcta.
Hizo que se tomara un brebaje y acto después despertó en mitad del bosque desorientada y con un saquito donde ponía "ábreme". En una nota que había dentro junto con una pequeña botella de cristal decía que la mezclara con tres lágrimas y que se lo tomara el enfermo y en pocos días se recuperaría.
Más o menos se oriento hacia donde se encontraba Leandro. Llego y estaba rodeado de las doncellas que les ayudaron a escapar, pues lo que no sabía la princesa que esas babosas habían estado liadas en las sabanas de Leandro.
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