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lunes, 7 de septiembre de 2015

Bleeding heart

Semejante tormenta como la de hoy, me trae recuerdos tan nítidos como si hubiera sido ayer cuando presencie una de las tormentas más destructivas que asolo las tierras. Pero ha pasado mucho tiempo desde entonces, y desde allí, es cuando todo comenzó.
No creo que nunca llegara a imaginar lo que pasaría. Las tormentas siempre me han albergado cierta paz interior acompañada de un buen libro y algún vino. Esta vez, el vino era tan agrio como quien lo sirvió. Permanece inmóvil junto a mi febril mano. Hacía meses, sentía que la tormenta residía dentro de mí y por esta vez, no podría disfrutar de ella.
Estaba cavilando en mis ensoñaciones por lo que no aprecie el repentino silencio que abrigaba el lugar. Cuando me gire para apreciar que ocurría, prácticamente me encontraba a solas con el tabernero. Debería de haberme dado cuenta de la extraña sombra, pero la embriaguez del amargo alcohol y el cansancio, me desorientaron.
Mientras me arrastraba a duras penas hacia el dulce hogar, solo podía pensar en que tal vez había llegado por fin el día, todo acabaría en un anhelado sueño. Por lo que ahora se, la Sombra, como buena depredadora, no dejaría a su presa tan fácilmente, es algo que he podido aprender.
Lo tenía todo preparado, solo unos minutos más. ¿Qué mejor, que morir cuando naciste? La idea es tan atrayente como arrolladora.
Unos incesantes golpes me sacaron de mis ensoñaciones, la Sombra ya estaba aquí. Cuando me acerque a la ventana para ver quién era, solo la oscuridad me devolvía la mirada, pero la puerta seguía siendo aporreada. Con cautela llegue hasta ella, la abrí dejando una pequeña rendija. Nada. Solo la oscuridad.
El reloj suena, llegaba tarde a mi cita con una vieja enemiga, pero cuando estoy en la puerta de la pequeña salita hay algo distinto, es como si el ambiente hubiera cambiado. El aire estaba más pesado y aunque la chimenea, con sus insinuantes lenguas de fuego crepitaba, un desolado frio se atenazaba en mis entrañas. Supuse que podría ser el miedo por no ver un nuevo día, la ingenuidad siempre ha sido una de mis mayores debilidades. Me acomode en el diván, nada mejor que irse con clase. ¿Tal vez una última nota? ¿Debería de dar explicación alguna? A nadie le importaba, seria tomarse el justo tiempo que quedaba para nada.
La habitación estaba totalmente cerrada, el humo empezaba a ser notable. El momento llegaba, solo quedaban las pastillas.
Ya estaba todo hecho, solo quedaba esperar a que las tinieblas me llevaran con ellas. Mis parpados eran tan pesados que no podía mantenerlos abiertos, mis pulmones se quejaban, pues apenas podían conseguir oxígeno. Mi cuerpo se sentía tan cómodo y en paz. Todo acababa, al fin.
                                                                      ●●●
Algo me presionaba la mandíbula, abriéndome la boca. No sé de qué se trataba, pero parecía ácido lo que se deslizaba por mi garganta. Mis ojos necesitaban ver que era lo que estaba sucediendo, pero no había nada que ver, salvo quizás, una sonrisa puntiaguda.
                -No serviría de nada que estuvieras enferma durante toda la eternidad, por lo que he presenciado es algo realmente doloroso y seria cruel de mi parte.
Después de ello recuerdo un intenso dolor desde la muñeca hasta el resto del cuerpo. Sentía que en cualquier momento empezaría a arder.
Cada célula de mi cuerpo moría para volver a resurgir del veneno. Mis músculos se convulsionaban, no tenía control sobre nada. Mi mente funcionaba a mil por hora; me sentía presa en mi mente.
Y en un instante, no sabía si el dolor se había vuelto tan intenso y mis terminaciones nerviosas se esfumaron o al fin había acabado todo. De pronto, todo se quedó en el vacío.
                                                                    ●●●
La luz parecía demasiado brillante. Los sonidos, eran demasiado fuertes. Y los olores, mejor no recordaría como olía. Todo parecía más intenso que unas horas atrás. La cabeza me palpitaba, en el pecho un dolor sordo se extendía. Al levantarme, note como si me estuvieran clavando la mirada en la nuca, poco a poco me fui girando y le encontré de frente: la Sombra.
                -No sabía cuánto más ibas a tardar en el despertar. Has tardado más de lo normal. Espero que eso no sea un problema.
Tenía los ojos prácticamente fuera de las órbitas. No sabía quién demonios era aquel tipo y aún menos que hacía en mi casa. Me estaba mirando fijamente, tenía unos ojos rojizos  bastante impactantes y una sonrisa más parecida a una mueca…

-Vamos Al, no querrás llegar tarde a la reunión, ¿no?
-Oh, sí claro ya voy, un momento.
La tormenta ha descargado parte de toda su furia y ahora deja que unos suaves rayos de sol perforen las nubes. Aún persiste el aroma de la lluvia, ese a hierva recién cortada con cierto toque de humedad.

Necesito un tentempié antes de irme, así que llamo al camarero, un guapo afroamericano de preciosos ojos café, me será suficiente con él. 

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