Parecía que el tiempo no pasaba, tal vez, por un momento se
mantuvo detenido, quien sabe. Charlamos durante lo que se podrían considerar
décadas en unos pares de horas. Me hizo sonreír, de esa manera que él solo
sabía hacer y si hubiera podido, hasta sonrojarme. Luego, cuando ceso la risa y
se hizo ese silencio, ya sabéis, ese silencio extraño y cómodo a la vez, nuestros ojos no podían separarse de los del otro. Solo cuando el camarero vino
a decirnos que ya solo les quedaba nuestra mesa para recoger, se rompió esa
conexión.
Una sensación de calidez empezaba a surgir, como en los
viejos tiempos, incluso los celos estaban volviendo. No, esta vez lo haría
bien, esta vez tenía que mantenerle alejado de mí, otra cosa muy distinta es
que lograra conseguirlo.
-Madre
mía, es tardísimo, se me ha pasado el tiempo volando.
-Cierto
y mañana hay que trabajar.
-Oh,
vamos, no arruinemos la noche pensando en que mañana hay que trabajar.
-Perdona.
Cuando llegamos a mi coche se despidió dejándome un beso en
la mejilla. No quiero ni pensar en la cara de idiota que se me habría quedado,
pero él siguió su camino sin mirar hacia atrás. Me metí dentro del coche y no
arranque hasta que deje de escuchar sus latidos en la distancia.
Mientras metía la llave en el contacto un escalofrió me
recorrió el cuerpo. Alguien me estaba observando. Mire a todo mi alrededor pero
no vi a nadie. Instantes después puse el pie en el acelerador y no volví a
mirar atrás.
•••
La puerta de casa no estaba cerrada, pero la alarma no
estaba sonando y un olor extraño salía de allí. Completamente alerta entre,
habían arrancado la alarma de cuajo, estaban todas las cosas puestas patas
arriba, había platos, jarrones y fotos rotos en mil pedazos. Según me iba
adentrando en la casa el olor se hacía más intenso. Lo seguí hasta mi
habitación, sobre la cama había sangre, y en las cortinas, y en las paredes…
Habían escrito algo, ¿me has extrañado
querida?
•••
El aire se escapó de mis
pulmones ahogando mi grito. Mi cuerpo intentaba arquearse presa del dolor pero
él me seguía oprimiendo contra la pared. Intentaba alejarme de él, pero más me
rasgaba con sus uñas la espalda, ¿soportar el dolor y librarme de Sombra, o
aguantar hasta que todo acabara? No me iba a rendir sin antes luchar, de eso no
tenía ninguna duda. Cuanto más forcejeaba, más me movía e intentaba atacarle más
daño me hacía. Vi como mi propia sangre se iba reuniendo en el suelo.
Se cansó de mi
resistencia, le faltaban manos para retenerme, me tiro al suelo en el otro lado
de la habitación y me dejo las manos atadas al lavamanos.
Empezó a posar sus
asquerosos y sucios labios sobre mi cuello dejando un reguero de pestilencia
con saliva. La mano que había tenido dentro de mi espalda me la acerco a la
cara, según él, era muy sabrosa mi sangre, acabe escupiéndosela en la cara y él riéndose de ello.
Con sus uñas empezó a
rasgarme toda la ropa y cuando no quedaba más ropa en esa parte me arañaba con
ellas. ¿Cuánto iba a durar aquella tortura? ¿Por qué no acababa ya con aquello?
Preferiría estar pudriéndome bajo tierra, que mi alma se consumiera en las
brasas del infierno que seguir con todo aquello, ¿por qué la vida me estaba
tratando así?
Aunque estaba sin
moverme, dejando a mi mente escapar imaginando las formas en las que me gustaría
torturarle, desollarle y todas las cosas horribles que se me podías pasar por
la cabeza, no podía evitar sentir todo lo que me estaba haciendo, el dolor que
me estaba causando. Me estaba haciendo heridas superficiales que rápidamente se
volvían a cerrar y él se dedicaba a volver a abrir para jugar con la sangre que
salía de ella.
-Os voy a necesitar a todos, incluso a más, aún es pronto pero las
cosas hay que planearlas con tiempo. No te puedes imaginar de lo especial que
eres y lo que llegaras a hacer. No hará falta que me des las gracias por el
tiempo extra que te estoy brindando, en algún momento me lo tendrás que devolver.
-Por mi te podrías haber quedado con tu tiempo de más, no lo quería antes
y tampoco ahora. Te odio y jamás haré nada por ti.
-Peleona, cada vez me gustas más. Me serás muy útil, porque ¿sabes
lo complicado que es encontrar a la persona adecuada? Puede ser una tarea
tediosa, pero tengo que hacerlo, mi supervivencia depende de ello. Las mortales
corrientes son aburridas, buenos aperitivos, sí, pero aburridas. Y ahora cierra
esa boca o tendré que hacerlo yo.
Se estaba acercando a
mi boca, se humedecía los labios. Me beso, invadiendo toda mi boca con su
asquerosa lengua putrefacta. Sus dientes se clavaban en mis labios como si
nada, por ello decidí que yo hincaría los míos en su lengua.
-¡Mal nacida! Te las voy a hacer pagar.
•••
Y eso hizo, destrozo
mi cuerpo, desde el cuello en descenso. Me apaleo, araño, desangro, mordió… Entro
sin permiso, dejando su huella por todos los resquicios que mi cuerpo tenia.
Abuso de mí sin contemplaciones, bañándose en cada lágrima de dolor, desprecio
y odio que emanaban de mis ojos. ¿Mis gritos? Hacían que aun disfrutara más de
su maltrato. Lo repitió una y otra vez hasta que la noche se volvió día, hasta
que se sacio. Me había quedado sin lágrimas, ya no tenía más voz, no me quedaban fuerzas para luchar.
Se fue hacia la bañera
para llenarla de agua y se empezó a poner la ropa como si nada mientras yo seguía
atada. Se estaba vistiendo y me miraba con cara de no saber qué hacer conmigo.
-Voy a tener que pasar más tiempo contigo del que pensaba, no solo
por lo divertido que ha resultado esto, tienes mucho que aprender y que
cambiar.
Siguió hablando y
hablando pero no podía concentrarme en ello, solo había algo en mi mente y era
la forma en que lo mataría tarda más o menos, acabaría con él.
Me quito las ataduras
y me llevo hacia la bañera. El agua estaba hirviendo pero seguía estando
desconectada de todo y solo sentí un cosquilleo. Estaba sondándome con los
ojos, buscaba un mínimo de reacción. Torció su cabeza como si sopesara una
idea, lo último que vi fue que sonreía y me hundía en el agua. Me tenía sujeta
por la garganta y la apretaba contra el suelo. Mis pulmones tenían menos oxígeno
y más agua. El pecho me quemaba…
El sonido del agua me trajo de vuelta aun con la sensación de
que me estaba ahogando. El baño estaba desastroso y se había dejado el grifo
abierto, fui a cerrarlo y allí estaba, me había dejado una sorpresa: una chica
de no más de dieciocho años con la garganta arrancada de cuajo, aún tenía miedo
en sus ojos y me miraban.
No podía haber vuelto, no podía ser. Tenía que llamar a
Jules, el sabría qué hacer. Si, si esa era una buena idea para empezar, al fin
y al cabo, nos encontrábamos en la misma situación: había vuelto para la
recolecta, para el sacrificio.
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