Todo comienza con un simple despiste, con un pequeño olvido.
Después, estos se van repitiendo con mayor frecuencia y los acompaña la desorientación.
Pronto, ya no puedes salir solo de casa, hay cierta confusión que te nubla, pero
estas bien. Los enfados van en aumento, a veces, por simples tonterías insignificantes.
Hay momentos en los que intentas escapar porque no entiendes porque no puedes
salir, empiezan las desconfianzas con aquellos con los que convives, con aquellos
que te están ayudando.
Empiezas a olvidar los recuerdos más recientes. Empiezas a
olvidar las caras más jóvenes que te rodeaban, a esas caritas de tus pequeños
nietos, bueno, y no tan pequeños. Les ves y solo hay incertidumbre, no sabes
porque hay pena en sus ojos, no sabes porque saben de ti y tú no recuerdas ni
su nombre, tal vez, aun, acude algún retazo de un vago recuerdo, pero ¿cómo
distinguirlo?
El apetito lo vas perdiendo, te vas haciendo más frágil, te
vas marchando cada vez un poquito más. Tu voz ya no es, la confusión se apodera
de ella, se apaga. Apenas puedes moverte de la cama, todo empieza a dolor cada
vez más. Estas cansada pero luchas, luchas por un día más en un mundo de
extraños.
La llama prácticamente consumió la vela, casi o nada queda
en tu mente, tu cuerpo ya no recuerda cómo hacer su función, ¿respirar? Toda una
agonía. Los sedantes cada vez son más fuertes, más dosis, todo por ti, todo por
una marcha en paz.
Y te vas.
Por el día mundial del alzheimer. Aquí abajo te seguimos recordando y no hay un solo día en el que no te extrañemos.
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